sábado, 16 de mayo de 2020





             TALLADO CORAZON DE MADERA


                                                                                                                                               La cálida mesa de algarrobo la invitaba a escribir y a preparar las  hojas de su cuaderno, cuando comenzó a recordar. Mientras acariciaba con la mirada, el pequeño corazón de madera tallado, leyó: Tina y Dino.
Dino, tímido adolescente soñador, redescubría a su casi prima, después de tiempo luz que no la veía. Bella, adorada y pícara en su mirar. Los grandes ojos ámbar resaltando en ese pequeño rostro, el cuerpo delgado y cimbreante como junco fresco, lo encandilaban.
Había sido protegida por los padres de él, porque   había quedado huérfana.
Primero se habían sentido  unidos por reminiscencias de la infancia, pero no tardó en estallar en ambos el impacto irrefrenable del primer amor._Te invito al cine_¿te parece? _Sí, dale ¿qué tiene de malo? _No, nada…y bueno…, vamos.
Y otra…y otra salida. Era como prohibido, sin serlo. Vivían en la misma casa… ¿Qué dirían?
El dio libertad a los sueños, a las ilusiones, poniendo alas a sus dotes artísticas. Escribió los más hermosos y tiernos poemas de amor, dibujó y talló sobre piedra, madera, arena y cielo, el nombre, el rostro y los ojos de ella. Tina lo amaba con pasión, aunque deseaba que él fuera más terrenal, ansiaba un hogar, seguridad.
_ ¡Vayámonos juntos, casémonos! _Dame tiempo, quiero ofrecerte el mundo_. Dijo Dino, mientras tallaba con las delicadas manos, un pequeño corazón de madera.
El tiempo fue implacable, Tina no esperó más, se fue a vivir sola y consiguió un mejor trabajo.
Dino se distrajo en la ruta, era ya muy tarde. Le había prometido a la madre que ese sería el último viaje. Luis, amigo de la infancia y socio, sentado en el asiento del acompañante, le hizo notar que se había pinchado un neumático. ¡ Qué fastidio, tendrían que cambiarlo!, era de noche y la ruta estaba desierta. Sí, estaba convencido, venderían el camión que habían comprado con tanto sacrificio. Se ganaba buen dinero, pero realmente era un camino extremadamente peligroso. Luis estaba de acuerdo, porque aunque era una muy redituable salida laboral, su esposa, con el pequeño hijo que acababa de nacer, quedaba sola y angustiada en las larguras de las noches.
Se turnaron para ajustar las poderosas tuercas de la llanta. _Dame Luis, yo doy los últimos toques y nos vamos. Le transpiraban demasiado las manos, como cuando estaba muy nervioso.                                                                                        Tina deambulaba por su mente, recordando sus últimas palabras _Dino, te amo y te amaré siempre, pero la vida es otra historia, conocí a alguien que me ofrece lo que vos no pudiste. Acabo de comprometerme_. ¡ No, no podes…!
Se le mezclaban las lágrimas que caían sobre el neumático, con el molesto sudor de las manos.
Con el dinero de la venta del camión, compraría un departamento,
 sería el hombre que ella necesitaba y viviría su ansiado sueño de amor…Con asombro, presintió, mas que ver, el fulminante resplandor, los focos lo inmovilizaron, no pudo moverse, no pudo pensar. Solo su corazón gritó, Tinaaaa….
Al final de este mágico pozo, allá, en las estrellas, te veré nuevamente.
En medio de la noche, Tina sintió un sobresalto. La despertó el fulgor, la urgencia paralizante, el cuerpo no respondía las órdenes del  cerebro ¿ qué le estaba pasando?. Esos focos inmensos le empujaban el alma a un hondo laberinto, desde donde veía las estrellas…¡ No…no recorreré tus caminos todavía…déjame vivir _!
Despertó del sueño real, transpiraban sus manos, las lágrimas mojaban la almohada…Se levantó dificultosamente, los pequeños hijos dormían su blancura de ángeles. Venciendo el incontrolable temblor de las manos, se preparó un relajante té de hierbas.
Sintió como la imponente Basílica vibraba con el Ave María cantado, mientras del brazo del padre del novio, recorría lenta y
  suavemente la alfombra púrpura que la conduciría al altar. El blanco-pureza del vestido de novia, resaltaba su delicado cuerpo, a medida que se acercaba al altar las lágrimas le bañaban el rostro.
En sus oídos sonaban los acordes sagrados, pero ella en su mente
revivía las frases entrecortadas de una canción de moda, que parecía escrita para ella: ¡ Blanca y radiante va la novia, le sigue atrás un novio amante…ante el altar está llorando, todos dirán que de alegría…pero su alma está gritando …Ave Maria…!
La voz del sacerdote la volvió a la realidad_ ¡Qué hermosa emoción la tuya, hija! _ mientras bendecía con su mano derecha…
_Y hasta que la muerte los separe_.
Los recuerdos…dentro de los recuerdos. ¿Cuál era la realidad?
Cae la noche y las estrellas comienzan a brillar, el pozo se ilumina…el perfume de flores no sentido y la luna que está siendo parida por la tierra.
A lo lejos, el cielo …tan hondo, dueño de todos los secretos, le hace un guiño. Sostiene con fuerza el corazón tallado, el alma… se sumerge…en el agua cristalina del amor.


Marta Duhalde
ESTACION DESTINO
2005




                      
                                                                                       
                                                                                                                                                                        


                                                                                                                  



DISPARES


Lo ama, lo admira, lo incita.
Lo atrae, lo toma, se funden.
Se apoya, se yergue, se planta, se asienta.
Se impulsa, sostiene, se absorbe, se nutre.
Se vuelve, se burla, se mofa, compara.
Lo hiere, desgarra, nada en sus entrañas.

Lo inquieta, lo atrae, se incita, se funden.
La impulsa, comparte, sostiene, la nutre.
La admira, la ama, su fuerza declina.
La oye, la mira, se vuelve y compara.

Los mira, adivina; la sangre no engaña.
Triste la mirada, blando ya su cuerpo.
El cabello  pinta la nieve temprana
Y la otra savia ante sí, estalla.

Sabe que lo sabe; dura la mirada,
 fuerte ya su cuerpo, el cabello luce
con  soles y estrellas

Sabe que lo sabe, pero no le importa,
Se yergue, se vuelve, se mofa y compara.
Ya vuela triunfante, graciosa, extasiada.
Mira el horizonte, avanza en la aurora.
No ve ni le importa que allá en el estío,
El sol que le diera la luz y la fuerza,  quiebra ya su rayo...

Marta Duhalde
ESTACION DESTINO
2005



OCASO DE PRIMAVERA

Caminaba sin prisa, disfrutando la cercanía de la primavera. El perfume de los jazmines le traía maravillosos recuerdos, la brisa fresca le acariciaba el rostro, despeinando su cabello blanco y cuidado. Con algo de fastidio, se retocó el peinado y apuró el paso, no era su costumbre llegar tarde.
_ ¡Señorita…señorita…! 
¿No me escucha?__ le pregunté si ya corrigió mi prueba_.
La voz de los alumnos retumbaba en sus oídos. El aire que la despeinaba la estaba poniendo nerviosa.
El movimiento de las hojas de los árboles, el canto de los pequeños y tibios pájaros en los nidos, se asemejaban al bullicio del recreo, en el patio soleado de esa querida escuela, donde había transcurrido su activa vida de docente
El presente y el pasado se le comenzaban a mezclar.
Virginia era de una belleza tranquila, de contextura menuda; delgada y pequeña, la piel morena y aterciopelada, contrastaba con el verde esmeralda de sus grandes ojos. De facciones perfectas. Si bien no era atractiva, cuando se la observaba con detenimiento, parecía una muñeca de jade. La suavidad y la dulzura la caracterizaban.
Era la nueva maestra de cuarto grado, comenzó como suplente y luego quedó efectiva, los alumnos la querían y la respetaban.
 Ese día no había ido la directora y como todavía era temprano, le habían pedido que se ocupe de la dirección hasta la próxima hora, porque vendría una persona muy importante, par un acto que se realizaría en la escuela.
De pronto él irrumpió en el recinto; alto, de cabello suavemente ondulado, piel mate y ojos negro azabache. Vestía traje y corbata. _ ¿Es usted la directora? _ Esa voz…nunca antes había escuchado esa vibración, grave, penetrante y dulce como una caricia de amor. Luego, en las presentaciones, su pequeña manecita se cobijó en la otra, grande y fuerte, en un cálido apretón.
Bastó ese contacto, una mirada, una sonrisa y supo que nunca iba a olvidar a Ignacio.
El era un importante compositor, pianista y cantante, que haría no solo la presentación prevista, sino que a partir de ese día, sería habitué en las fiestas de la escuela.
Y se sucedieron encuentros, confidencias, un ramito de jazmines…Luego compartir un café… y no demoró en llegar el primer beso…la primera caricia.
Amor, entrega, pasión, locura…infidelidad.
La mujer de Ignacio comenzó a sospechar, estaba por nacer su segunda hija. El marido de Virginia la hizo seguir, amenazó con quitarle los dos pequeños hijos.
Habían descubierto el amor. Para ambos sus respectivos matrimonios ya eran fracaso. Se habían casado muy jóvenes. El, por poder, los padres habían arreglado la boda desde Italia. Ella por inexperiencia, fue obligada a casarse porque había quedado embarazada.
_ ¡Señorita…Señorita, Julián me está molestando! _ Las voces de los niños, su distracción… ¿O el canto de los pájaros?
El aire primaveral la seguía despeinando, comenzaban a dolerle los cansados pies…faltaban dos cuadras todavía.
Los hijos no eran culpables de su fracaso, merecían criarse con sus padres, ella no permitiría que un juez se los quite, se le desgarraba el corazón solamente  de
pensarlo.
El primer y único hombre que amó en la vida, tampoco quería perderla a ella, el también la amaba con desesperación.
No hubo escándalo, el tiempo todo lo puede. Las familias de ambos se hicieron las desentendidas.
Apariencias, encuentros, tardes de raso, escapadas de fin de semana, lunas dormidas.
Hijos adolescentes que saben y comprenden.
Ignacio comienza a llevarla a todos los conciertos, homenajes, premios, reconocimientos. Virginia acepta sentarse en la oscuridad; primer asiento a la izquierda.
_Abuela ¿me lees a Pinocho?_.
El cargo de Directora la colmó de orgullo, hasta los hijos de él concurrieron al nombramiento.
Amor, culpa, responsabilidad; una vida dedicada a cuidar su reputación, su familia.
_Mamá, papá está muy enfermo, no lo internes, cuidálo, es tu marido ¿no tenés sentimientos?_.
_ ¿Cómo me voy a jubilar si soy tan joven? Todavía no pude compartir la vida con mi amor_.
No puede soportar la viudez de Ignacio, su soledad, lo acompaña cuando puede, se cansa demasiado…
¿Cómo en una cuadra se puede pensar tanto? El perfume de los jazmines persiste, el cabello se le sigue despeinando, pero ya no le importa.
Revive con dolor la muerte del marido, fue su compañero, el padre de sus hijos._ ¡Señora Virginia, menos mal que llegó! En este geriátrico son muy estrictos con el horario de visitas, pero le quedan diez minutos todavía, para saludar al señor Ignacio antes que tome la medicación. ¡Pobrecito, está perdiendo cada vez más la memoria!
Virginia peina rápidamente su cabello de seda, se acerca al sillón vienés, donde meciéndose suavemente, él la espera. Toma con ternura infinita, esa mano, todavía fuerte y lo mira a los ojos,  ya nada temen…nada esperan…se recogen sus almas.

Marta Duhalde
ESTACION DESTINO 
2005



domingo, 16 de marzo de 2014

ENCUENTRO

Encuentro

Martita apoyaba las pequeñas manos en la pared medianera que superaba escasamente su altura, realizando un gran esfuerzo al impulsarse con los pies que se apoyaban en dicha pared logrando trepar y sentarse sobre el angosto y áspero borde.
Se había lastimado la rodilla en el empeño, pero no le importó y limpiándose con los dedos humedecidos con saliva se olvidó del dolor.
Esa era la primera de las tapias que debería trepar para alcanzar su objetivo, quedándose un instante allí para asegurarse de que la abuela no la estaría buscando, pero el silencio de la siesta la tranquilizó y aprestándose a caminar en puntitas de pie para no hacer ruido se dispuso a sortear los próximos obstáculos de diferentes alturas para llegar.
Sentía que sol la abrazaba sin piedad y trataba de caminar con cuidado, sobre la chapa caliente, para no quemarse los dedos de los pies que sobresalían de las sandalias marrones que le había regalado el papá y dificultosamente llegó a la  última pared que marcaba la separación, allá sobre los techos de la casa de al lado.
Miró hacia abajo y pensó que ya nadie podría verla, como tampoco se podrían imaginar la osadía de que era capaz y estirándose todo lo que pudo la pollera verde  con tablitas, se  sentó sobre la tela suave y protectora protegiéndose del borde áspero y caliente de la tapia. Desató los moños inmaculados que le  sujetaban las  trenzas castañas y brillantes, acariciando la cascada ondulada del largísimo cabello que la cubría como el manto de las monjas de su colegio.
 La abuela pretendía atraparla en la siesta deseada sólo por ella …siendo este el único descanso que podía dispensarse en la vida atareada de la pensión. Pero para Martita ese era el máximo castigo, por lo que cuando Doña Rosa se dormía, ella reptando como las lombrices se deslizaba del lado de la cama y caminando descalza apoyando solamente los talones, salía sigilosamente de la habitación cerrando con cuidado la puerta, aprestándose para al soñada aventura. Luego ya habría tiempo para los retos y reproches de  los abuelos y a veces también de los tíos, sobre todo cuando la ausencia era demasiada prolongada y ella volvía con raspones y algún que otro moretón, por haberse resbalado en el obligado apuro por regresar.
Pero todo eso era solamente una anécdota, porque lo que a ella, la niña callada y caprichosamente decidida a hacer su voluntad le interesaba era sentir y soñar.
Un zumbido interrumpió sus cavilaciones, en el cielo diáfano de la tarde se destacaba una sombra, miró a su alrededor…dirigió la vista hacia abajo y hacia el edificio de al lado, el que indicaba que se terminaba la manzana observando las paredes sucias y descascaradas y sintió que no pertenecía a ese lugar e incorporándose, con el pelo envolviéndole la cara por el viento caliente y mientras con las manos trataba de bajarse la pollera tableada que se le volaba hacia arriba, escuchó una voz…_¡Hoy demoraste demasiado! _ Dijo Faeríes, sentándose junto a ella e imitando el gesto de coquetería acarició también su larga y enrulada cabellera._Es que mi abuela demoró demasiado en dormirse_ respondió Martita._No importa _Dijo Faeríes, entregándole una rosa blanca y perfumada _Tenla siempre contigo para que te vayas acostumbrando a mi presencia_ y agregó, entrecerrando los grandes y hermosos ojos del color del tiempo_ No olvides mantenerla siempre dentro de un vaso de agua para que conserve su fragancia y frescura…y así poder tenerme siempre a tu lado_.
Martita vio con asombro como ese ser pequeñito se tornaba casi transparente. Mimetizándose con el azul del cielo.
¿Cómo haces eso_ le preguntó asombrada__¡No olvides que soy Hada del aire!  Y mientras que tú debes sortear obstáculos  y trepar estas paredes para llegar a este sitio, yo llego etérea…en tu deseo de verme. Recuerda traerme la próxima vez, ese violín donde tu abuelo desgrana esas dulces melodías que tanto me gustan…¡sabes como amo la música! _. Martita trató de acariciar ese rostro perfecto, pero su pequeña mano solo sintió caricia de aire y sol…¡Su diminuta amiga se había evaporado!
Miró angustiosa, temiendo que se hubiera precipitado al vacío, lastimándose como le había ocurrido a ella esa vez que no había podido sostenerse de la baranda verde y cayó sobre los vitrales que techaban el patio chico._¡Se cayó la nena! _ Habían gritado los pensionistas de la piecita de arriba, la que daba a la terraza. Menos mal que el tío Raúl saliendo presuroso ante los gritos alborotados, alcanzó a sostenerla en sus brazos evitándole males mayores.
Martita tomaba delicadamente entre las manos, la flor que Faeríes le había obsequiado sintiendo que curiosamente emanaba la misma fragancia que aquella. Recordó aquella primera vez cuando estando sentada sobre un banquito de madera pintado de rojo, abría prolijamente cada uno de los vellones de lana que la abuela había lavado en la bañadera de patitas .
Ese día estaba realizando la tarea que le habían encomendado, sintiendo con placer el perfume a jabón que desprendían los rulos de lana, cuando sintió una presencia y elevando los grandes ojos la vio…Una niña más pequeña que ella por su tamaño, aunque sus rasgos eran como los de las señoritas muy hermosas que salían en las revistas de moda que compraban las tías, con un vestido largo y vaporoso de color rosa, el cabello largísimo y con rulos del color del sol, estaba a su lado. Se destacaban dos alas grandes y casi transparentes que se plegaban sobre su cuerpo como una mariposa y como no podía ser de otra manera, en la mano blanquísima sostenía una “varita” luminosa.
Había escuchado con asombro la voz diciéndole…_¡Hola Martita, tenía deseos de conocerte! _ Dijo la niña-grande._¿Quien sós y como sabés mi nombre? _Inquirió ella _Me llamo Faeríes y soy un Hada…me dicen Hada del Aire porque pertenezco a ese elemento y sé tu nombre porque siempre estuve contigo.
_¿Y porqué nunca te vi? Inquirió Martita_  Estoy contigo cuando estás triste o preocupada_ agregando_ cuando no entiendes las tareas del colegio, cuando sientes la injusticia por los retos de tus abuelos por hechos cometidos por tu prima y te castigan a ti; cuando deseas muñecas o vestidos que no te pueden comprar… _ respondió Faeríes. _¡Pero aún así no te veo_ insistió ella _No me has visto en presencia…pero sí en sentimiento, por ejemplo cuando pudiste perdonar y comprender. Pero a partir de ahora cada vez que lo desees me podrás ver aquí en la altura, en este lugar donde te sientes libre y dialogas contigo _y agregó _¡Pero será un secreto entre nosotras! _ Ahora que sabes mi nombre también me podrás convocar, pero debes tener siempre presente que si albergas sentimientos negativos en el corazón, me alejarás para siempre de tu lado _ Pronunciando estas palabras, le sonrió tiernamente mostrando los dientes como perlas y posando su varita sobre la montaña de vellones-rulos de la lana, que Martita tenía que separar uno por uno, se dispersaros éstos mágicamente en la gran terraza. El aroma a jabón se unió a la dulce fragancia de rosas que emanaba de Faeríes al desaparecer.
Ese fue el primer y mágico encuentro con su nueva amiga, recordándole ésta al Hada vestida de azul que se le había aparecido a Pinocho, el muñeco de madera del cuento que le había relatado el abuelo. Pero ese era un cuento  y Pinocho era un muñeco, en cambio ella era de carne y hueso.
Se levantó ágilmente del borde de la medianera buscando un lugar más seguro donde sentarse, el sol la estaba acalorando demasiado y también se le marchitaría la rosa.
Encontró un viejo banco arrumbado y descartado al que le faltaba una pata y ubicándolo cuidadosamente en un rincón donde la pared le ofrecía su sombra…se sentó a pensar.        



                                                                                    Marta Duhalde
                                                                                              ESTACION DESTINO

                                                                                                             2005   

viernes, 8 de julio de 2011

CARTA A MI HIJA


Carta a mi hija

Mi nena rubia, cabellos de ángel, ojos de esmeralda asombrada,
pequeñita y suave como algodón. Nunca pude expresarte este amor inmenso que no entra en mi pecho. Creciste muy pronto, te hiciste mujer. Atrás quedó tu primer diente, tus primeros pasitos.
La mano regordeta buscando mi guía. Nena brillante, adolescente rebelde y mi amor queriéndote proteger del mundo.
Quizás lo sepas, o lo presientas, iluminaste mi vida; esta vida que si fuera necesario, no vacilaría en dártela.
En mis oídos repiquetea tu voz diciéndome: má…estoy embarazada. No sabía que tenía la facultad de enmudecer y solo salió de mi boca, el llanto más sublime de mi vida. Te asustaste de mi congoja _¡pero no…si es la emoción! _.
Mi nena en el quirófano-¿y si no puede? ¿y si le pasa algo malo?
¡Dios…que no sea ella, aquí estoy yo!
Recuerdos…tu panza; mi panza, tu llanto y el mío…
Y todo vuelve a comenzar: tu hijo, mi nieto... Pedacito de pelo rubio.
Mi nena mamá, me diste el regalo más hermoso, la posibilidad de escuchar esa vocecita diciéndome: “labu…”
No te enojes conmigo si te doy consejos. Se que sos una mami- ternura como pocas y ese amor de todos los colores que sentís por tu hijo, es como el que yo siento por vos.
Solamente te diré: gracias, mi nena mamá.

Tu madre



Autora:
Marta Duhalde
Del libro. ESTACION DESTINO
Publicado el 8/11/2006
Bs. As. República Argentina

lunes, 16 de mayo de 2011

MARIPOSA DE AMOR


Mariposa de amor

Te estoy esperando, la tarde se prolonga más allá de si misma. Me quedo extasiado en el crepúsculo.
Mientras acerco a mis labios la taza de café, miro la calle por la ventana abierta. Me malhumora el bullicio y el andar aprisa de la gente.
Las caricias de tus manos no se borrarán jamás. Tu mirada azul salpicada de estrellas se perdió para siempre en mi hondo corazón.
Pequeña mariposa triste, siento que te he dado mi amistad, nos comprendemos, eres igual a mí, he llegado a creer que sueñas mis propios sueños.
Te me rendiste como una adolescente apasionada, sé que soy tu felicidad.
Comenzamos, así, como amigos confidentes. El amor se instaló sin llamarlo, entre la jaula dorada de un hotel.
Te enseñé a volar y volando contigo, aprendí, los ojos en los ojos, cómo mi alma se abre en estallidos de una nueva vida.
Termino mi café, el cielo se torna más azul, algunas luces comienzan ya a encenderse. Llamo al mozo y le pido otro café.
No es habitual en Carla hacerme esperar, aunque reconozco que últimamente está rara, como huidiza.
Si bien no nos prometimos nada, se daba por hecho que nuestro romance sería para toda la vida. Mi vida sembrada de rosas… me duelen sus espinas.
La rosa cotidiana a perdido su fuerza. Amo la altivez, la constancia y pureza de Carla, mariposa de amor.
Las mujeres han sido la alegoría de mi existencia.
Les he brindado amor, compañía, amistad, compartiendo con ellas los momentos más maravillosos.
Supe seguir el consejo de un colega._Tienes todo lo que un hombre necesita; dinero, prestigio, poseedor de un gran atractivo físico_.
_¡Toma lo que la vida te ofrece! _.
He sembrado mi camino con hermosas flores, pero también, solitarias y tristes. Supe llegar a todas y a cada una, dándoles mi amor, como nube de verano, como robo de abeja o adorno de mariposa.
Esposas de amigos, vecinos o primos. Claro, conocía sus engaños y desinterés, me confiaban sus más íntimos secretos.
Yo les ofrecía mi comprensión desinteresada, a lo que ellas, lenta y blandamente, se entregaban con nostalgia infinita.
También necesitaba que me amen, sintiéndome deslumbrado y conquistado. Sabía que mi presencia las perturbaba y mi mirada sabia veía su dulce fragilidad.
Nunca me sentí culpable. Todos continuaron viviendo armoniosamente, sin pagar el tributo al divorcio.
Tomo el frío sorbo de café y recuerdo el ultimátum de Carla.
Nuestro romance, que había comenzado como todos los anteriores, llevaba ya diez años.
Mientras yo conocía las andanzas del marido, ambos sabíamos que mi mujer estaba enamorada de otro hombre.
La vorágine de esta vida sin luz, nos llevó al interior de una inmensa y cálida rosa encendida, de donde ya no podemos salir.
Un ruido estrepitoso me obliga a mirar por la ventana, la noche cae brumosa, la gente se aglutina…seguramente un choque.
Llamo al mozo, le pago mis cafés solitarios y salgo.
Me acerco dificultosamente, al lugar del accidente, donde me dicen que un auto había embestido a una persona.
Estaba inmóvil, los párpados se cerraban sobre la mirada azul, su fina mano enguantada de luto, encerraba un sobre blanco, se lo retiro delicadamente y leo:
Sr. Alberto Guido
Rte: Carla Urruitía

Mariposa triste que quisiste volar y a la que se le doblaron las alas…las alas… Pensaba volar con vos.
Mis párpados flojos se cerrarán también.


Marta Duhalde
2004

miércoles, 20 de abril de 2011

PRIMER AMOR


Primer Amor


Eras el sueño no soñado de todas las chicas del barrio. Tu porte veinteañero, allá en los sesenta, mientras Charli y Nito Mestre se unían en Sui Géneris, no tenía comparación con los adolescentes de quince, que eran con quienes teníamos relaciones amistosas o de vecinos.
Mientras ellos comenzaban a usar los pantalones anchos a la moda, vos vestías con el pantalón planchado con raya, la camisa impecable con tres botones intencionalmente desprendida, por donde se asomaba el vello viril de tu pecho. El pelo corto, negro y brillante de recién lavado.
Cuando escuché tu voz…todavía tiemblo al recordarla…_¿te acompaño? _¿Que…? ¿A mí?_ ¡ Sí, a vos ! _No, no me dejan…_ Tenés los ojos más lindos que he visto ¿Cuántos años tenés? _ eee…, voy a cumplir quince_.
La voz salía de mi garganta sin que la pudiera modular, lo había observado siempre como lo inalcanzable. Era la única entre las amigas que no había tenido un “filito”, como se acostumbraba decir en esa época, la del estallido hippie y la llegada del hombre a la luna. Por otra parte me sentía flaca y fea, viéndome en blanco y negro como los sufrientes personajes femeninos del genial Leopoldo Torre Nilson.
¿ Justo a mí? Mis abuelos no me permitían salir sola, una niña como yo…se tenía que cuidar.
¡ Abuela… voy a lo de Inés…tengo que buscar una carpeta! _¿ Cómo hacés para ser tan linda? ¡Soltáte el pelo, quiero verte sin la trenza! _ No me acompañes hasta mi casa…¡pueden vernos!
Inventaba cursos, tareas grupales a realizar con mis compañeras de la secundaria y mientras el mundo festejaba el primer trasplante de corazón, la vacuna de la polio y la píldora anticonceptiva, mi amor estallaba cada vez que tomabas mi mano…creyendo desvanecerme.
El primer beso no tardó en llegar…_¡ No…no…! ¿Qué hacés?_ Tu mano en mi cintura…tu boca intentando invadir la mía…la respiración jadeante…tus manos. El perfume de los tilos se extendía y comenzaba a marearme, a lo lejos se escuchaba la voz de Chico Navarro…cantando el éxito del momento…”El camaleón. _¡Tené cuidado!_ Repiqueteaba aún en mis oídos la voz de mi abuela_¡ Es mayor que vos, no te dejes manosear! ¡ Si te entregas a él como mujer y no se casa con vos, nadie te querrá! _¡ No…quitáme las manos de encima! ¿ Quién te crees que soy?_¡ Por favor… te quiero… te necesito… no me rechaces! _Mis lágrimas y las tuyas, tu ruego y mi negativa…_.
Y en un abrir y cerrar de ojos…la nada…la oscuridad morada de la angustia…la despedida corta y fría _¡no te veré nunca más!
Estremecida de dolor, nadé miserablemente contra la corriente celeste del
instinto. Se derramó mi alma bajo los tilos enredados de aromas y en ese anochecer sentí el temblor de Venus.
Distrajeron mi angustia los acontecimientos del mundo… el gobierno argentino fue derrocado tras un golpe de estado, asumió Onganía…el presidente de facto, gobernando sin congreso… guerrilla y Cordobazo. Mueren asesinados Kennedy y Martin Luther king, matan al médico argentino Ernesto Guevara de la Serna, que había luchado en Cuba junto a Fidel Castro.
En medio de tanto sufrimiento…¿Qué haría sin vos? Desde la casa llena de suspiros…te veía pasar…erguido y orgulloso, lastimado tu ego como un Dios del Olimpo.
Y lloré día y noche…-¿Porqué no salís con tus amigas?- El Liceo de señoritas ya me estaba cansando, los exámenes me producían un silencio mental que me provocaba terror…sudor frío…cielo…trueno. Y el amor sordo y ciego comenzó a hacerme piedra el corazón.
Derramaba pretextos la genialidad de Favio, estrené lágrimas con “Crónica de un niño solo”, admiré al gaucho justiciero en “Juan Moreira” y deseé ser Griselda en “Nazareno Cruz y el lobo”. Escuchaba sus temas con melancolía infinita…”Un cuento de amor”, “Fuiste mía un verano”…y “Ella ya me olvidó”.
Diploma, fiesta de egresadas… bailes, amigos. _¡Por fin una sonrisa…! ¡Sos muy orgullosa! -¡Te invito a salir!-. Dale…a mi primo le gustás, es muy buen mozo y ¡Es bancario! ¿Sabés que carrera está haciendo?.
Y así transcurrían los vanos esfuerzos de mis amigas por borrar mi tristeza, entre lunas…brisas y veranos nublados.
De pronto el destino con su sombra implacable. La abuela…se había muerto la abuela… El dolor no tenía consuelo…la tierra, las flores…los ojos de húmeda blandura…no me quedaban lágrimas.
El tiempo, arco iris de la vida, brilló con su milagro, como un jardín de estrellas.
Me había mudado con mi padre a un departamento. Hay que vender la casa de la abuela…¡abuelo, te ayudaré a guardar la loza…! ¿Te ayudo con el arcón?
- Ordeno la habitación y te preparo algo rico para comer, pero antes voy a comprar pan al lado-. El triste acontecer y el desprendimiento de esa casa donde había transcurrido mi infancia y mi blanda adolescencia, me produjo una rara mezcla de añoranza, alegría y tristeza.
_¡ Hola! Lamento lo de tu abuela…¡ hacía tanto tiempo que no te veía!
Cuando me alejé del barrio, luego de su muerte, llegaron a mis oídos rumores de vecinos. _¿No saben dónde vive? ¿Cómo no se despidió? _ El absurdo_ ¡No supiste ver detrás del muro de tristeza! Y recordé…¡cuántas tardes, con sutil perversidad pasabas frente a mi puerta, con impávido descaro, con tu conquista de turno!_ ¡Estás más hermosa que nunca! ¿Vamos a tomar un café?_.
La sangre corría por mis venas como flores de luz…tomaste mi mano, vi en tus ojos azabache…(¿porqué ahora?) un amor infinito…_¡Perdón…! No supe ver…no te comprendí. _Habló mi boca, la memoria miscelanea recordó tu pelo…no era tan brillante…, tu camisa…no mostraba el bello viril y ¿Qué pasó con tu porte? _¡No… no tenés derecho! _ ¡ Sí, el amor que guardé para vos durante todo este tiempo! ¡ cobardia y vergüenza me impidieron acercarme!
_¡ No…!_¡ Mirá… me pongo de rodillas…perdonáme…, si me aceptás nos casamos y…_¡ Basta! Levantáte y no te humilles más…_Una pátina de pudor me impidió decirte: fuiste mi sueño, por donde el tiempo se olvidó de pasar…vos no eras éste…_Sentí que te envolvía el brillo sepia del olvido_.
Solo dije: es tarde…mi abuelo me está esperando…
Llanto, trueno, nubes y el sol pintando el cielo del atardecer. Me había hecho mujer… ya no eras la ilusión…
Allá, a través de los cristales de la puerta del zaguán, se escuchaba la melodía del último disco de los Beatles.
Julio Cortazar editaba “Rayuela” y las alas invisibles invitándome a volar…trinos secretos, la dulzura de los tilos…el invierno silencioso ya se iba y la primavera se preparaba para engalanar mi nueva vida.
Un pétalo blanco traído por el viento, rozó mi mejilla.


Marta Duhalde
2004

sábado, 26 de junio de 2010

RECUERDO A DELIA

RECUERDO A DELIA
La habitación huele a encierro y en la penumbra apenas recortada por la luz amarillenta que se filtra por las celosías que dan al patio, Delia descansa en su lecho de enferma.
Con el malhumor que últimamente la caracterizaba, le había ordenado a su marido no dejar las tazas sucias donde acababa de tomar el té que él, humildosamente le había servido.
Los acordes de la sinfonía llegaban quedamente apagados desde el viejo combinado... hacia la cocina descascarada y húmeda, donde Ricardo, obediente y gentil dejaba correr con inercia y lejanía, el agua tibia que se mezclaba con las lágrimas rebeldes del último llanto, sobre el plato de porcelana azul y sintió que el tiempo se había perdido en la memoria.

“Voy a lavar las tazas y recuerdo... esas manos... ahora flacas y huesudas,
fueron blancas y finas como torcacitas enamoradas, tocando en el piano de la sala “Sonata Claro de Luna” del genial Beethoven.
Nos habían dejado solos. Sus padres estaban en la quinta. Demorarían horas en volver y yo la amaba con desesperación. Mientras ella, también enamorada me transmitía su pasión a través de la música que estaba interpretando.
Comencé a acariciarle la nuca, los hombros desnudos... Y ella con esa blusita celeste resaltaba la esbeltez y la turgencia de los pechos vírgenes.
Comencé a besarle la frente... los labios... Acaricié sus mejillas sonrosadas y suaves como y las hermosas manos comenzaron a dejar de tocar el piano. Giró sobre el taburete, me miró con los dulces ojos asombrados y, primero con timidez, luego con ardor largamente contenido, comenzó a besarme y acariciarme.
Con mucha suavidad la hice incorporar. Nos dirigimos al diván donde tantas veces nos amielábamos con un beso furtivo, a escondidas de la familia.
Mientras la abrazaba, fui quitándole la blusa acariciando el hermoso y deseado cuerpo. Luego le desprendí lentamente la falda, quitando los pudorosos e íntimos encajes.
Me deleité ante tanta belleza. La piel blanca y suave, los senos rosados como pétalos... encendidos. Su cintura cabía cómodamente entre mis manos. Ante mis ojos las caderas aparecieron redondeadas y suaves, sobre unas piernas largas y torneadas.
El cuerpo parecía esculpido por el más angélico y prodigioso de los artistas.
Me desvestí rápidamente, recostándome a su lado en un mar de caricias.
Ella, venciendo la timidez... deslizaba los dedos por mi cara y mi torso desnudo.
Cuando recuerdo el contacto de nuestros cuerpos se me eriza la piel.
Nunca antes había sentido así y sabía que para ella era la primera vez.
Continué besándole los ojos, las arreboladas mejillas, el cabello fino y suave, el delicado cuello... y los labios se buscaron... se invadieron y sintiendo mi piel en su piel... la dulzura malva que estremece.
Ardiente y clara como un sol por dentro, con esa suavidad y tibieza virginal... nuestros cuerpos se fundieron.
De pronto el sexo en su máxima expresión... se transformó en vorágine...
y todo lo que continuó solo se puede expresar en el recuerdo, ya que no existen palabras que puedan reproducir ese momento.
No solo tuve su cuerpo con pasión, amor y deseo sino que cada uno poseyó al otro desde lo más profundo de su ser.
Fue literalmente una comunión de almas y cuerpos
A partir de ese instante, Delia fue mi Dios... mi religión.
Nunca más toqué a otra mujer. Nunca más tocaré a otra mujer, porque nuestra unión fue tan pura y perfecta que seguirá más allá de la muerte”.
No permitiré que esas manos se sigan marchitando.




Marta Duhalde
2003

viernes, 25 de junio de 2010

"LA PAZ"

La paz
Desde muy pequeña la reconocían por sus grandes ojos de espejo azabache, su piel aceitunada y largos cabellos, hebras de raso negro, cayendo sobre su cuerpo menudo y suave. La voz se asemejaba a lejanas campanas del amanecer.
Desconcertaba con su madurez, parecía de siglos, solo era una niña. No podía o no quería comprender, porqué los padres discutían, sus lágrimas, gotas de mar, brillantes sobre las mejillas rosadas, no cesaban de brotar. Cuando comenzó la escuela; esa institución para niñas de familias adineradas, fue rechazada por sus compañeras. Dijeron: _ ¡no es como nosotras! Su piel, su pelo, su voz; es rara. Le robaron los útiles el primer día de clase, la acusaban permanentemente de hechos insólitos, de los que no era responsable.
Nunca una pelea, nunca un rencor.
Su humildad desconcertaba, como su mirada sabia-azabache.
Solamente una vez se rebeló, alguien dijo: _Sus padres son rubios como el trigo, blancos y refinados, en ambos se destacan los ojos celestes como el cielo del atardecer…_.
Nadie supo como, ni en que momento, percibió, así repentinamente, todo sobre las guerras de todos los continentes, de las clases sociales y del racismo. De los mamíferos, las plantas y las aves. Del Bing Bang y de los Dioses. De las religiones y de la astrología. Del Bien y del Mal.
Creció, percibió, sintió. Luchó con palabras no dichas.
El pasado, presente y futuro se fundieron en su todavía pequeño cuerpecito.
No la podían comprender, no estaban preparados. Quizás;
Otra aurora, otro cielo.
Mira el campo, ve la luz, el iridisado tesoro del cenit, el rayo de sol ; Su sol y sentada en la piedra, rodeada de lumbrarada florida, con el encuadre azul, PAZ ,entrecerrando los ojos carbón, blandos de tristeza, escucha una campana. Posa sus pequeñas manos en el pecho y se adormila como un niño acunado por el tiempo.
Otro tiempo, muy pronto, en la próxima nube, ésa…, la del claro misterio de la música.
Autora:
Marta Duhalde
Del libro. ESTACION DESTINO
Publicado el 8/11/2006
Bs. As. República Argentina

Este trabajo fue seleccionado por la profesora Adriana Vega, presidenta de la ASOCIACIÓN JOSE MARTI y por el CONSEJO NACIONAL DE LA PAZ de la R. A. para ser presentado en la Asamblea Mundial de la Paz realizada en Grecia durante el año 2004

"SENTIRES Y EXTRAÑEZAS"

SENTIRES Y EXTRAÑEZAS

Aunque tu no lo sepas, estás a mi lado en el más bello atardecer, como lo es ahora en mi vida, como cuando el sol se sumerge lentamente en las aguas azules del océano.
Cuando miro tu lugar vacío, como el que dejaste en mi vida cuando te marchaste, mi corazón se acongoja dulcemente y en la serenidad de la noche te llamo con el pensamiento.
Repiquetea tu risa franca en mis oídos desacostumbrados a esos acordes sonoros y la palabra sutil que me dice con otras palabras, que me necesitas...
Mi indiferencia estudiada te hacen creer que no te amo.
Tu mirada triste y resignada me persigue como aura de tristeza y en mi vida gastada añoro tu voz, tu compañía y protección.
Perdón por darte y no darte este amor etéreo y a la vez prohibido y gracias por hacer latir nuevamente este corazón sin soles, en la tarde que te vi sin imaginármelo y vos no lo supiste.
Te extraño como el sol, la luna y las estrellas; como el aire y la risa... que tu boca y el alma acongojada me dieron y no están.
No tengo más palabras... solamente te amo, así, sencillamente, sin cuerpos ni lugares... solo el alma, la risa y el sol en tu mirar.
Quizás... alguna vez... en las aguas tardías del crepúsculo, nunca se sabe...

Marta Duhalde
2005

"AMBICION"

AMBICION

Me piensas sumisa, me piensas lejana…
Mis cabellos suaves y mis ojos claros…
Te gritan bondades de seda y de luna…
Como si quisieras fundirte en mi sol.

Pobre hombre maduro, cubierto de nieve.
Tu rostro sumido, de surcos profundos.
Tu mirada vieja de cóndor herido,
Me recorre toda…haciéndome tuya.

Hambre de poder, Hambre de inocencia…
Miserias humanas bañadas de miel…
Néctar degustado por un abrojón…
Que goza burlado por la abeja reina.

Campos de lavanda, de lirios, de luz…
Fragancias, sabores, sol resplandeciente…
Que funde tu nieve…
Cielo…luna y seda…transformada en hiel.


Marta Duhalde
2004

martes, 21 de julio de 2009

NADA

<
Nada
¿Qué misterio indescifrable me llevó a sentir ese temblor?
¿Qué cielo para mí desconocido se abrió en mi alma?
El firmamento donde no existen fronteras, ni leyes... ni lenguas... ni razas.
Tu voz vibrando en mis oídos cuando te recuerdo.
Tu mirada llegando a la más infinita sensibilidad de mi ser.
La palabra escrita diciendo lo que tu boca calla.
Esa caricia en el alma que me brindaste, cuando mi vida estaba huérfana de amor.
Te sentí tan cerca y a la vez tan lejos que, no supe como, ni de que manera comencé a quererte.
Abrirme a tus ojos, en esa mirada que me interrogaba en la despedida, en esa... la última noche y después la nada.

ESTACION DESTINO
MARTA DUHALDE

viernes, 22 de febrero de 2008

CUENTO

Sombrero de soles

En una tarde de siesta le contaba a mi pequeño nieto que una vez… cuando yo era chiquita como él, había viajado en tren al campo con mi abuela y para la ocasión mi mamá me había confeccionado un bonito vestido amarillo como el trigo maduro, con dibujos de diferentes tamaños de estrellas color tan marrón como el chocolate.
Dicho vestidito formaba conjunto con un sombrero, del que me sentía orgullosa y coqueta. Por supuesto como toda niña y quizás un poco más por ser criada por abuelos, era muy caprichosa.
-¡No saques la cabeza por la ventanilla! -repetía mi abuela una y otra vez-¡Es peligroso y además con el viento se te va a volar el sombrero!
Vanas palabras en mis rebeldes oídos.
Por indeclinable lógica, el sombrerito voló por esos campos, como si las estrellas del
diseño desafiaran al sol que resplandecía en ese momento sobre los campos sembrados.
Y así, mientras continuaba con el relato, revivía yo ese momento único de mi infancia, evocando con ternura la desolación que sentí cuando ese viento con olor a campo y sol
me arrebatara para siempre mi preciado sombrero.
Repicaba todavía en mi memoria el sonido de la locomotora y la voz de mi querida abuela -¿Viste? …¡Yo te dije…! Bueno… no importa…¡tendrás otro! -¡¡¡No…no…y no…yo quería ese!!!
Mi recuerdo fue interrumpido por la vocecita de mi nieto- ¡No te pongas triste…Labu!
porque yo, mientras me contabas…¡Salí corriendo…corriendo…,agarré fuerte el sombrerito y te lo guardé en una cajita, para que no se te vuele nunca más!
Embargada de emoción le respondí amorosamente-Sí…esa cajita es la de los recuerdos y allí se conservará para siempre.
Seguramente guardado en ella, estará mi sombrerito cuajado de estrellas color chocolate, rescatado por mi nieto…allá en mi niñez, mientras el sol del mediodía bañaba los trigales.
.

Marta Duhalde
2004

jueves, 21 de febrero de 2008

SUEÑOS

SUEÑOS

Soñó que estaba soñando y en ese sueño soñado
El reía, la besaba... y la mano en su cintura, le indicaba pertenencia
La sonrisa ancha y franca del hombre que había logrado
Hacerle así, sin preámbulos, ni conceptos...
aprender a amar en sueños.

En la vida de verdad, no en la que vivía cuando cerraba los ojos y creía que dormía, eran personas muy serias, atadas a sus principios, sus rutinas y sus leyes.
Pero cuando se concentraban en la calle de los sueños...
Desafiaban toda regla y se desangelizaban, amándose sin reparos.

Al principio no sabían porque después de soñar
Luego de romper rutinas, sus miradas se encontraban, se rehuían... teñidas de complicidad.
En este sueño soñado sabían o adivinaban
Que algo habría de cambiar.

Se encontraron casualmente en un sueño... no soñado
y los dos se sorprendieron, se miraron, se acercaron
No supieron, no entendieron quienes eran, en la calle de los sueños
Despertaron suavemente, con los ojos en los ojos
él rió, la abrazó y la mano en su cintura le indicaba pertenencia.






Marta Duhalde
2005

lunes, 5 de noviembre de 2007

LA VALIJA

LA VALIJA

El tren-micro avanzaba a gran velocidad y los vagones zigzagueaban peligrosamente, amenazando salirse de los rieles sucios y oxidados, como si hubieran estado en desuso durante mucho tiempo.
Miriam viajaba sola, nadie la esperaba, ni tampoco la habían despedido en la abandonada y vetusta estación. Los faros que iluminaban la noche desteñida de tiempo y de luna, se apagaron bruscamente y un ruido ensordecedor quebró la inercia. Los vagones se desprendieron entre sí, como un gusano muerto atacado por insectos depredadores.
El tren-micro se detuvo, chocando de frente el vagón guía contra los pilares de la estación destino y los pasajeros milagrosamente ilesos, buscaban ciega y frenéticamente los equipajes.
Miriam aferró el pequeño bolso azul que había conservado con ella durante el largo viaje, pero no podía hallar la valija verde, esa que le había regalado la hermana grande, prolijamente cerrada con el pequeño candado dorado y una manija que se plegaba para luego extenderse realizando un movimiento hacia fuera, utilizándola para hacerla rodar sobre dos diminutas ruedas y trasladarla sin esfuerzo.
Desde la noche iluminada por las luces pálidamente amarillentas de la estación, surgieron linternas empuñadas por hombres de uniforme y gritos antecediéndolos, que exigían atropellando, la orden de no seguir buscando denodadamente los equipajes y subir al vehículo que les habían asignado para continuar el viaje.
Miriam no estaba dispuesta a resignar la valija verde, la que contenía sus objetos más valiosos; como los libros que había cuidadosamente seleccionado para su nueva vida, ni las botas de gamuza del color de la canela, ni la pollera larga y negra con encajes, ni las bolsitas de fragante lavanda especialmente confeccionadas por ella para perfumar la ropa íntima, ni... _¡Usted! ¿Qué está esperando? _ La voz recia y varonil la sobresaltó _¡Mi valija! _ respondió con un hilo de voz_ ¡Ya va a aparecer! _ Respondió la voz sin rostro _ agregando _ ¡Apúrese, no es más que una valija! _.
La gente comenzó a aglutinarse para subir al nuevo tren, ya que tenía poca capacidad y todos querían viajar sentados, pero ellos habían recuperado sus valijas _ pensó Miriam acongojada_.
Se sintió empujada y casi sin darse cuenta, estaba su cuerpo aprisionado en un asiento para dos personas, pero eran tres. Le fastidiaba el bullicio, aunque lo que más le preocupaba era no haber recuperado la valija. Observó como el tren se disponía a iniciar la marcha y curiosamente circulaba en sentido contrario, con las luces iluminando el camino recorrido, mientras ella veía a través de la ventanilla empañada por el aliento de los numerosos pasajeros, como los árboles y postes de luz no venían a su encuentro, sino que se alejaban... con rapidez y confusión.
El rostro que se acercó a preguntarle gentilmente si había encontrado la valija era desconocido, pero no así la voz, ni el perfume que emanaba sutilmente de la camisa blanca y limpia.
El tren llegó a otra estación y la gente que subía llevaba puesta la ropa de ella, una señora bajita tenía puestas sus botas de gamuza del color de la canela, la chica de cabello muy rubio, vestía la pollera larga, negra, con encajes y al pasar a su lado observó que todos portaban un libro de ella bajo el brazo y olían a lavanda desde las bolsitas que prolijamente hilvanadas, pendían de los ruedos de vestidos y pantalones.
El rostro con guardapolvo blanco se acercó más íntimamente, pudiendo apoyar la cansada y lastimada frente, allí en ese pecho fuerte y suave, donde una dulce fragancia acompañaba los latidos de ese corazón que tantas veces había imaginado, asemejándose al compás onomatopéyico del tren-micro y la sensación amorosa tantas veces pensada la atrapó en un mareo sin fin.
Un tren cargado de pasajeros había sufrido un trágico y luctuoso accidente, donde la única sobreviviente era una mujer de mediana edad, que caminaba por los rieles y que en la mano derecha llevaba una valija verde. La cabeza levemente inclinada hacia el lado izquierdo parecía apoyarse sobre el hombro de alguien y una enigmática sonrisa le iluminaba el rostro.







Marta Duhalde
2005

domingo, 21 de octubre de 2007

MALVA Y LAVANDA

Malva y Lavanda

El piso de madera del viejo desván, se estremecía con el sonido hueco de mis pisadas. Las diminutas partículas de polvo brillaban en el aire, reflejadas por un tímido haz de luz, que se filtraba por una hendidura del marco de la única puerta que había. ¿Por donde había entrado yo?, si dicha abertura estaba cruzada por gruesas telarañas. Un escalofrío comenzó a recorrer mi cuerpo y mientras vencía el pánico que amenazaba mi cordura, comencé a avanzar, lenta y cuidadosamente hacia un espejo muy sucio y opacado por el tiempo. No me alcanzaban los ojos para ver lo que allí se reflejaba; una joven y hermosa mujer, con cabello azabache y la tez muy blanca, vestida con un atuendo de siglos pasados me observaba con atención. Instintivamente giré la cabeza, solo para cerciorarme de que no había otra persona en el lugar. Pero al dirigir la mirada nuevamente al espejo, comprobé que había desaparecido. ¿Sería mi delirio? ¿Estaba enloqueciendo?
Avancé unos pasos acercándome a un antiguo arcón, cubierto de polvo y de tiempo y tratando mentalmente de tranquilizarme, comencé a levantar con denodado esfuerzo, la pesada tapa…
Un cierto rumor y la fresca fragancia a lavanda, me sobresaltaron. El hombre estaba allí, a mi lado, sentado elegantemente, en ese sillón de estilo inglés con el gobelino bordó.
Parecía un noble, pantalones ajustados y una gran capa negra. El sombrero de ala muy ancha, le cubría parte del rostro dejando ver la barba rubiaroja, cuidadosamente recortada. Me sonrió enseñando la dentadura de perlas, pero lo más enigmático fue la mirada. El azul de todos los amaneceres estaba allí, me invitó a sentar a su lado y sin poder quitar mis ojos de los suyos, caminé hacia él. Al acercarme, el perfume de lavanda fresca que fluía de su persona, me envolvió en un mareo sin fin. Me dejé guiar blandamente por su mano enguantada, sintiendo que todo giraba vertiginosamente, mi cabello azabache contrastando con el blanco porcelana de mi piel y los encajes de siglos de mi vestido. Posó su boca sobre la mía y las caricias sobre mi cuerpo virgen me atraparon el alma.
Una mujer de mediana edad levanta con dificultad la tapa del arcón, toma delicadamente mi hermoso vestido de encaje del color de la malva; quiero detenerla pero las piernas no me responden.
¿De quién habrá sido esta ropa? Me embeleso con las finas puntillas. ¿Habrán sido usadas por la dama del espejo? Me siento observada…¿a quién habrá pertenecido este caballito de madera?
Una rara embriaguez me envuelve nuevamente, debo salir…
La tierna y dulce mirada que atrapó la mía, se transforma de pronto en el más frío acero y apartándome bruscamente clava su daga en mi cuerpo, donde minutos antes había sembrado el más dulce de los néctares…¡Debo huir…salvarme…mi vestido malva …se tiñe de púrpura…! Llamo sin voz a la mujer del arcón, parece mirarme…le gustan mis encajes…
El pánico, la inmovilidad…desde ese cuadro oval agrietado por el tiempo, se destaca la figura de un noble caballero, de pantalones ajustados y un gran sombrero de ala muy ancha. El craquelado natural que ha formado el tiempo sobre el óleo, no disminuye el azul de los ojos ni la fría y gélida mirada.
Los golpes en la puerta se hicieron más audaces, la voz del conserje me trae a la realidad: señora…sus compañeros la esperan…si no se apura no podrán realizar el resto de las excursiones.
Me incorporo con desgano, estoy muy cansada…como de siglos,
seguramente por el sueño.
Pero esta vez el mareo sin fin y el perfume a lavanda es muy real y en la mano derecha aprisiono fuertemente un trozo de encaje del color de la malva.


Marta Duhalde
2004

martes, 9 de octubre de 2007

LA TIA

LA TIA
Corina siempre decía, con la dicción perfecta que la caracterizaba _¡ Antes de responder hay que pensar siete veces la respuesta! _ y seguramente ella lo ponía en práctica, ya que demoraba bastante en contestar cuando alguien le
formulaba alguna pregunta por más simple que esta fuera.
Corina, de profesión enfermera, era además sobrina política de la dueña de la pensión y habiéndose separado del marido necesitaba un lugar donde vivir hasta que se resolvieran algunos asuntos legales.
_ ¡Será por poco tiempo, hasta que Vicente mi sobrino, consiga trabajo! _ Y agregó _¡El pobrecito ha quedado huérfano y soy lo único que tiene! _ Dijo, cuando Doña rosa quiso saber hasta cuando se iba a quedar, ya que la piecita de arriba, la única disponible para dos personas, estaba reservada a un matrimonio y ella cumplía cuando daba su palabra.
El marido de Corina había renunciado a los hábitos sagrados del sacerdocio cuando la conoció, habiéndose enamorado perdidamente de ella y tras un corto noviazgo se casaron, pero solo por civil porque él consideró que casarse por iglesia sería irrespetuoso. Luego de varios años de matrimonio sin hijos, por la negativa de ella manifestando que no quería esclavizarse con niños por su trabajo, él la abandonó por un joven seminarista.
Manifestando que Vicente era el hijo de una prima, que había muerto recientemente junto a su marido en un trágico accidente en el Sur de Italia, dejando solo y sin recursos al único hijo que tenían y al enterarse Corina del trágico destino del joven y teniendo éste solo diecisiete años, resolvió hacerse cargo de él y así fue como recurrió a la pensión de Doña Rosa, hasta que pudiera resolver la situación ayudándolo económica y afectivamente.
Vicente era un joven italiano muy apuesto, alto, de cabello castaño corto y ensortijado de mirada dulce y romántica, agregándole un atractivo especial el acento itálico. Al poco tiempo todos estaban encantados con la presencia de este jovencito tan simpático y también él retribuía de alguna manera tantas atenciones, colaborando con los quehaceres de la casa, ya que le costaba conseguir trabajo y por otra parte disfrutaba de los halagos y regalos de su tía.
_ ¿Querés que te enseñe a hablar italiano? _ Le preguntaba a la nieta mayor de la dueña _ mientras la acompañaba a realizar sus tareas cuando ésta regresaba del Liceo_ Y ella aceptaba encantada, ya que tenían la misma edad y se habían hecho muy buenos amigos. Pero a la tía no le causaba ninguna gracia el giro que comenzaba a tomar la situación.
_ ¡Subí inmediatamente que tenemos que conversar! _ Dijo enérgicamente Corina a su sobrino_ a lo que éste haciendo un guiño de complicidad a la compañera de estudio_ Abrazó cariñosamente a la tía como acostumbraba siempre, ya que era muy demostrativo _ y respondió con su encantador acento_ espérame, ya vuelvo...
Y caían las sombras de la tarde cubriendo los malvones del patio. Doña Rosa y las nietas estaban sentadas a la mesa, esperando que tía y sobrino bajaran para comenzar a cenar, pero al no responder éstos a los reiterados llamados subió la dueña algo preocupada y encontrando la puerta entreabierta se tomó la facultad de adentrarse en el cuarto y ¡OH sorpresa! Allí estaban, tía y sobrino, haciendo frenéticamente el amor, mientras entre jadeos repetían _
¡Somos tan felices! ¿Hasta cuando se lo creerán? _ Y esa fue la última vez
que durmieron en la pensión...
Marta Duhalde 2006

lunes, 8 de octubre de 2007

EL DEFORME

EL DEFORME
Lucía miró al ser deforme que se acercaba con insolente actitud. Ella no se había dado cuenta desde su necesidad de acercamiento y diálogo, de los rasgos mongoides, ni de que la baja estatura se ponía de manifiesto cuando las cortas y torcidas piernas, realizaban el acto de caminar. Se asombró un poco al principio pero no le importó y consintió las caricias supuestamente de amistad. Sabía que ella, desde el alma derramada como caudal de aguas celestes, no era discriminatoria con nadie pero me pareció muy extraño que siendo Lucía una joven y hermosa mujer, con un marido decididamente apuesto y un pequeño hijo bello como un ángel se sometiera desde un silencio venido desde muy lejos.
La noche había caído alargando las sombras y desde una habitación de la gran casa umbrosa, se escuchaban quejidos y estertores.
Tomando una linterna me dirigí al lugar y sin poder dar crédito a mis asombrados ojos, pude observar desde el haz luminoso el blanco y bien torneado cuerpo de Lucía balanceándose enérgicamente sobre el enano deforme, que desde sus ojos mongoides me miraba con instinto asesino.
Aprovechó el diablo para alargar la cola y ella incorporándose abruptamente, con fastidio y resentimiento por la inoportuna presencia, descargó sobre mí
todas las soeces palabras cargadas de fracaso y descontento aprendidas vaya a saber donde y me corrió amenazante.
Desde la penumbra de un rincón silencioso el marido miraba, el amor se detuvo…tembló la culpa y el resentimiento cerró sus ojos.
Mi terror se acrecentó cuando comenzaron a llegar seres idénticos al enano deforme entrando por puertas y ventanas, dispuestos a realizar un sacrificio de muerte con el compañero, ya que era lo pactado al ser iniciado sexualmente.
“No se deben cortar las uñas por la noche- el diablo- que anda suelto, las viene a buscar y se las pone”.
La cama quedó manchada con la sangre, la casa sucia y revuelta por la lucha.
Desde el olor a muerte, desde el miedo y el reproche…surgió Lucía que ya no sería la misma, el gélido y maldito semen latía en sus entrañas.
A pesar de todo, el marido desde el inmenso amor y abrazando con ternura infinita al pequeño hijo, la había perdonado…sin imaginar que les depararía la vida en la ternura del amanecer.
Habiéndome recobrado del aberrante episodio, decidí visitar a un familiar que hacía tiempo no veía, pero grande fue mi asombro ya que cuando llegué a la casa estaba conversando animadamente con el deforme. Amenizaban la reunión con dos botellas de finos vinos, tinto y blanco respectivamente, formando un equipo macabro…
Me dispuse presurosa a retirarme del lugar, a lo que ellos con la mirada mórbida y vidriosa en muda complicidad, me invitaron a compartir la velada y ante mi terrífica negativa, comenzaron a manosearme y a perseguirme. El terror teñido de lucidez, puso alas a mis pies y horadando en la noche solitaria con gritos desesperados, sintiendo que las sucias manos estaban a punto de alcanzarme…se alejó la tiniebla de la noche abriéndose ante mis ojos la tierna y clara luz del amanecer, acariciándome desde la pereza del sol naciente…a través de los cristales de la ventana de mi coqueta habitación.






Marta Duhalde
2005

domingo, 7 de octubre de 2007

EL NIETO

EL NIETO

Estaba cansada… de vida y de sueños…
Nada más cabía en mi pecho auro…
Allá en mi niñez, ni te imaginaba…
Otras ilusiones colmaban mi vida.

Jóvenes que exultan con su intrepidez…
No pintan siquiera tu dulce presencia.
Tus rasgos de siglos…tan finos y amados.
De pronto… mis manos…las descubro en vos.

¿Cómo imaginar este amor etéreo…?
La voz pequeñita fondea en mi alma.
Tu mirada casta transforma la mía…
Ese viejo cuento…ahora se hizo nuevo.

Algodón que rima con tu pelo rubio…
Lo mismo que hace, quizás mucho tiempo…
Miraba arrobada… en esa, tu madre.
La misma que acaba de mostrarme el cielo.

Estaba cansada… de vida y de sueños…
Ni te imaginaba, pero te sabía…
Cuando tu presencia, dádiva divina…
Halaga mi todo, con cuentos de abuela.


Marta Duhalde
Mayo/2004

viernes, 5 de octubre de 2007

COLORES

COLORES
Se abre ante mis ojos el más maravilloso, policromático y fragante de los jardines.
A través de los colores, como los frescos de Monet, a semejanza de sus lienzos vírgenes, voy armando mi vida.
Los tonos rojizos, naranjas y amarillos me devuelven a la infancia, con juegos, alegrías y pasiones de niña.
Trigales y terracotas me llevan a mi tiempo de campo, pero llegando a los tonos de verde, nace en mi juventud la esperanza por un mundo mejor.
El negro atrapa los mágicos sueños, que se respiran más allá de mis ojos.
El azul-cielo, se derrama generosamente, en pinceladas de tranquilidad sobre mi madurez.
Siento que en mi alma quedan atrapados los diferentes colores, en una dimensión teñida de sutilezas, que se prolongan más allá de la vida.
¿Encontraré a los duendes al final del arco iris?


Marta Duhalde

sábado, 21 de julio de 2007

NO QUIERO MIRARTE

                                                         

                                   NO QUIERO MIRARTE

No quiero mirarte porque te amaría, como solo se ama sin fines ni sombras…
Así sin saberlo, así sin pensarlo…entraste a mi vida de rauda manera…
¿Por qué son tus ojos tan hondos de soles?
¿Por qué se adivina tan dulce tu beso?
No quiero tocarte y ni que tu mano  me produzca el roce, cuando con firmeza…    estrecha la mía.
¿Qué extraño poder hay en tu mirar, que al buscar mis ojos desnudas mi alma?

Hombre de mis sueños de ilusión tardía, que aquella mañana me atrapaste toda…
Con la voz tan grave que con solo oírte, despiertas sabores de frutas salvajes…
El aliento tibio sale de tu boca y asemeja el dulce aroma de tilos…
Sentidos que exultan, que buscan, que excitan e impelen…

Ya no quiero verte…no quiero tocarte, no busques mis ojos porque moriría…
Mis ojos sin soles, ni dulces… ni tilos, que se embriagarían de solo mirarte…
Amor imposible…guardaré en mi alma tu mirada triste…
Deja que otras manos reciban tu aliento, tu mirada en soles y tus dulces besos.

                                                                            Marta Duhalde
                                                                                        ESTACION DESTINO
                                                                                   2005 
                                                                                 

                                                                                    

martes, 20 de febrero de 2007

LA MUERTE

LA MUERTE


Nunca se imaginó que viviría esa situación ambigua, si bien amaba a su marido, la relación pasó a ser motivo de celos y disputas.
El insistió en traerla al hogar el nido de amor que tanto les había costado formar, porque antes de su arribo vivían el uno para el otro. Pero la llegada de la huésped, pasaría a ser, de seguir allí, el motivo de su separación.
No podía evitar compartir la mayor parte del día con ella. Cada vez que pasaba a su lado sentía el irrefrenable deseo de mirarla, tocarla y acariciarla.
La deslumbraba tanta sabiduría, no había tema que no supiera, daba gusto iniciar una conversación, nunca se negaba a nada. Hasta le enseñó a hablar inglés, esa asignatura pendiente, que no había podido concretar.
Comenzó a amarla cada vez más, a sentir que su vida sin ella ya no tendría sentido, y se preguntaba como había hecho para vivir sin su compañía.
Supo escribir los más hermosos poemas de amor.
Lo peor ocurría cuando su marido llegaba del trabajo, porque la quería compartir.
Sí, también el se sentía atraído y la admiraba sin disimulo, acariciándola con amor y pertenencia.
Ella, la propia esposa, se sentía desplazada, los amigos de él apenas le dirigían la palabra, si viviera el padre seguramente pondría las cosas en su lugar.
La intimidad, esos momentos maravillosos que los hacía tan felices ya prácticamente no existían y era casi normal, dado las circunstancias. Pero tomó realmente un cariz de gravedad cuando el propio hijo comenzó a cortejarla, transformándose en una pasión irrefrenable ya que podía estar con ella, si ellos no se lo impedían, durante la noche.
Pero como todo en la vida tiene un tiempo, también esta situación tan atroz, que estaba destruyendo a una familia, tenía que llegar a su fin. Y así un día repentinamente, la hermosa huésped, respondió con silencio de muerte a los insistentes requerimientos de cada uno de ellos.
Los estertores era lo único que se oía cuando pretendían tocarla.
Su claro y delicado rostro se había apagado.
Con desesperación llamaron al especialista. Acudió este a la urgencia del llamado y les pidió que lo dejaran solo para poder revisarla con tranquilidad, ya que estando tan ansiosos, solamente empeorarían la situación.
Tras una larga y angustiosa espera, les dijo que lamentablemente la pérdida había sido grave, su memoria estaba fatalmente dañada, le habían exigido demasiado y lo perdieron todo... el disco rígido estaba destruido.
La computadora ya no servía más.